LAS CANCIONES EN EL FRENTE DE JUVENTUDES

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¿POR QUÉ SE CANTABA EN EL FRENTE DE JUVENTUDES?

Para comprender mejor la causa o razón de la utilización de las canciones en el Frente de Juventudes (F. de J.) entiendo que deberíamos realizar, previamente, un somero análisis de la realidad del momento histórico de su nacimiento; es decir, cómo estaba España en aquel lejano año 1940.

Como es bien sabido, España acababa de salir de una cruenta guerra civil y, las lógicas secuelas que un trauma de tal envergadura comportan, se dejaban notar todavía en la vida nacional. Lo cierto es que, una buena parte de la población no se sentía identificada con las ideas del Estado Nuevo; quedaba una gran masa de españoles pendiente de rescatar para la obra de reconstrucción nacional que España necesitaba. Sin embargo, esa gran tarea de reconstrucción nacional debía comenzar necesariamente en el hombre. Para acometer con éxito la creación de la nueva España se precisaba partir de la base de un pueblo unido, de una ciudadanía poseedora de una moral nacional, ilusionante, creadora, esperanzada. Como dijo José Antonio, “el hombre es el sistema”. Había que devolver al español de aquella época la fe en sí mismo, la autoestima como miembro de una comunidad histórica, había que transmitirle la paz, el afán de justicia y, sobre todo, la alegría de la Patria.

Todo eso formaba parte de la premisa principal, sin la cual difícilmente se podía construir la España nueva que el Régimen pretendía. ¿Y, quién mejor que la juventud para transmitir al pueblo, a la ciudadanía, todos esos valores y mensajes?

Los jóvenes, que por naturaleza son generosos, activos, emocionales, fuertes; ellos, precisamente, tenían que ser los encargados de llevar adelante la parte más importante y efectiva de la reconciliación nacional. Ellos, los jóvenes, exentos de resabios y de odios, tenían que protagonizar, con su convivencia en los Hogares, en los Campamentos y en las marchas, el ensayo de vida comunitaria y armoniosa de los españoles, sin vencedores ni vencidos, en base a ese valor tan querido por nosotros que se llama camaradería.

Por eso la juventud de aquella época, la mayoría de ellos inconscientemente, protagonizó un verdadero cambio social, una movilización de las conciencias adormecidas o resabiadas de los adultos.

Había que lanzar a los jóvenes por todos los ámbitos de España para llevar el mensaje profundo del Estado Nuevo. El Régimen precisaba de los jóvenes y de los niños para unir en una tarea común a todos los españoles. ¿Cuál podía ser el mejor instrumento para dichos fines?: la canción. La canción devino en arma sustitutoria del fusil para ganar lo que entonces se llamó “la batalla de la paz”.

Y así, aprendiendo a cantar, aprendiendo canciones y cantándolas por todos los rincones de España, los jóvenes contribuían a la transmisión de una nueva imagen de la Patria. Ellos personificaban, con su juventud y con su alegría, el futuro esperanzador que tanto y tanto se deseaba.

Pero, la canción, importante en la transmisión de ideas, valores, consignas… de cara al exterior, posee también una capacidad formativa muy importante. Fue precisamente Unamuno quien dictaminó que “no hay doctrina más clara y más profunda que la que se da cantando”. ¿Quién no recuerda esta metodología para el aprendizaje de las tablas de multiplicar, cuando éramos chicos? También los pueblos islámicos, conociendo por herencia la efectividad del método, enseñan de memoria a sus niños, desde la más tierna infancia, los versículos del Corán cantando.

Por dichas razones, las “marchas”, “himnos” y demás canciones del profuso cancionero del F.de J. no fueron patrimonio exclusivo de las Unidades de voluntarios de Falanges Juveniles (FF. JJ.), sino que se cantaban también en las escuelas y en los campamentos de escolares; incluso, con algunas modificaciones en su letra, se cantaban en el Ejército.

Sin embargo, las canciones del F. de J., como fruto de la inteligencia del hombre, y como algo sujeto a los avatares de los tiempos, fueron variando con el paso de los años.

En efecto, las primeras canciones del F. de J. todavía están impregnadas de olor a pólvora y ambiente de trincheras. Son los cantos y los himnos de combate, de lucha por la revolución que la Falange quiere para España.

Es la época de las canciones heroicas que pretenden recobrar el pulso nacional, que insisten en la justicia social, en la unidad de los españoles y en el afán de imperio.

Acto seguido, se incorporan al cancionero del F. de J. las canciones que nos hablan de la paz, del amor, de la esperanza, de la alegría; en definitiva se trata de las ideas fuerza que deberán crear el entusiasmo necesario para la realización de la empresa grande: la creación de la nueva España.

Así, en el Plan de Formación para las FF. JJ. de 1.945, al justificar la importancia de las canciones, se dice que “el canto colectivo de nuestros camaradas pregona por campos y ciudades, riscos y veredas, la fe ilusionada en la tarea de hacer una España limpia y justa como un entrañable hogar”.

Evidentemente, las letras de las canciones se refieren a aquellos conceptos o ideas fundamentados en el código de valores que propugna y defiende el nuevo Estado. No olvidemos que, aunque el F. de J. formaba parte de las instituciones del Régimen, también estaba sometido al sistema de censura del mismo, y sus canciones tenían que llevar el correspondiente “nihil obstat” del censor de turno.

Las canciones en el F. de J. abarcaron un gran repertorio de modalidades y temas. En el afán de integrarse e integrar, abrió su abanico a todo cuanto podía contribuir a los fines buscados. De tal forma que, casi en todos los cancioneros nos encontramos con canciones religiosas (en el cancionero de 1947 se transcribe letra y música de 15 de ellas). Marchas e himnos militares también figuran profusamente en los cancioneros; dándose la paradoja de que muchas de éstas se cantaban más habitualmente en el F. de J. que en el propio Ejército (caso del “Himno de Infantería” o, “La Canción del Legionario”).

Las canciones regionales y populares merecen mención aparte. Aunque lo cierto es que, el mayor mérito por el rescate del folklore nacional correspondió a la Sección Femenina. Pero también en el F. de J. se realizo una importante labor. No debemos olvidar las ediciones continuadas de cancioneros, el impulso para la creación de rondallas, “tunas”, bandas de cornetas y tambores o, simples grupos de armónicas.

En el manual del Jefe de Centuria hay 28 canciones pertenecientes a Navarra, León, Andalucía, Castilla, Aragón, Cataluña, Murcia, etc. Debiendo significar que, normalmente, se utilizaban los textos en idioma vernáculo; es decir, en catalán, vascuence o gallego, ya en los años 1943/44.

Evidentemente, no podía faltar el tema de la novia. Aparecen en el cancionero innumerables canciones dedicadas a las chicas: “Margarita”, “Soledad”, “Chaparrita”. No olvidemos tampoco que la primera estrofa del “Cara el Sol” alude a la novia. También formaban parte del repertorio las canciones festivas y desenfadadas, desde el “Carrasclás” hasta la extendidísima ”Un Flecha en el Campamento”; sin olvidar las habaneras, las cuales servían para los momentos de solaz y alegre expansión.

Existían también un tipo de canciones apropiadas para el tradicional Fuego de Campamento, entorno a la hoguera se podían cantar las canciones más “románticas”, a ritmo lento, o con varias voces. Era un momento especialmente emotivo y, normalmente, se conjugaban estas canciones de carácter romántico con otras de tipo festivo; pues en el Fuego de Campamento cabía todo ello.

 

CONCLUSIONES

Pero lo cierto es que, si en algún tipo de canciones destacó el F. de J., fue precisamente en las denominadas “de marcha”. En el año 1947 se publicó un cancionero donde aparecían 242, de las que 54 eran marchas. Recordemos las más populares: “Montañas Nevadas”, “Cubre tu pecho”, “Juventud Española”, Isabel y Fernando”, Juventudes Juventudes”, “Único Capitán”…

1º) Organizaciones Juveniles (OO. JJ.), Falanges Juveniles (FF. JJ.) y Organización Juvenil Española (OJE) recogen, en lo sustantivo, unos mismos mensajes que se van adecuando en sus formas de expresión a cada época. La intencionalidad es doble:

a) Por un lado se pretende transmitir al exterior, al ciudadano, unas ideas y unos valores (paz, unidad, justicia, libertad, trabajo…), con la intención de vincularlo a la obra del Estado.

b) Por otro lado, se pretende crear en el muchacho una convicción y una ilusión por la que merezca la pena luchar. De alguna forma, podríamos decir que, se le ayuda a encauzar sus energías juveniles al servicio de unos ideales considerados grandes o, como mínimo, importantes.

2º) Desde los propios ámbitos del F. de J. se ha hecho, infinidad de veces, la crítica de que mientras nosotros andábamos cantando por todos los rincones de España, otra juventud se preparaba, en silencio, para ocupar los puestos de dirección del país.

Evidentemente, pueden existir distintas formas o criterios a la hora de enjuiciar y valorar unos hechos, yo, personalmente, creo que nuestra misión, entre otras, era cantar y difundir por España la alegría y la esperanza de un futuro mejor, el mensaje de amor y de paz que aquel pueblo paupérrimo y hambriento estaba pidiendo a voces. Esa era una labor que solo podían realizar unos jóvenes impregnados de fe y generosidad; justamente lo que mamamos en aquellas históricas FF. JJ.

Pero, es que, además, no es del todo cierto afirmar que solo nos dedicábamos a cantar mientras otros se preparaban a través de los estudios. Los que vivimos aquellas FF. JJ. estamos en disposición de afirmar que las lecciones, consignas y ambiente de nuestros Hogares y Campamentos, sirvieron, en gran medida, de estimulo para que muchos chicos accedieran a los estudios y al perfeccionamiento de sus oficios o profesiones. De no haber conocido el F. de J., gran cantidad de muchachos hubieran seguido la vida lánguida y desestructurada de los barrios y de los pueblos.

En el orden interno las canciones nos unían por encima de las diferencias sociales o regionales: los chicos cantábamos juntos las mismas canciones, sintiéndonos hermanados por un mismo ideal, miembros de una sola comunidad.

En el orden externo llevaban un mismo mensaje optimista y de esperanza al pueblo. El hombre de la calle podía ver a las nuevas generaciones con un talante creador, comprometidas con los afanes populares, organizadas para el servicio y, sobre todo, alegres; eso era importante en aquellos momentos de dificultades y carencias materiales.

Así, cantando, las juventudes de la Falange cumplieron una importante misión política. Eran la expresión de la nueva España que se quería construir para todos, por encima de las diferencias de clases, de grupos o de territorios.

Las canciones en el F. de J. no fueron solo un medio educativo para los muchachos (lo cual ya era importante) sino que, además, creaban una imagen, la exteriorización de un estilo, de una manera de ser ligada a unos principios y a unos objetivos.

Los principios eran ¡como no! los que informaban la doctrina de la Falange: Patria, Pan y Justicia; y los objetivos: la nueva sociedad superadora de la lucha de clases, la dignificación del trabajo, la unidad y fortaleza de la Patria.

Los que acusan al F. de J. de “perder el tiempo” cantando, creo que no han profundizado en el análisis ni en la valoración de la canción en todos sus aspectos (sobre todo en los educativos y políticos). En mi opinión, habría que darles la razón a tales críticos si en el F. de J. solamente se hubiese cantado, sin más, como si se hubiera tratado de una gran entidad coral. Pero todos sabemos que eso no fue así. En aquella organización, también se impulsaban las acciones formativas para aprendices y para jóvenes campesinos; se establecieron unas becas de ayuda para que los dotados de talento y sin recursos económicos pudieran acceder a los estudios superiores. En las filas de las FF. JJ. muchísimos muchachos españoles descubrieron su vocación mas intima; cuantos accedieron a la carrera militar, sacerdotal, jurídica, médica… gracias, precisamente, a la convivencia estimulante que se desarrollaba en los Hogares y Campamentos.

Gracias a las lecciones y a las consignas que, constantemente, nos hablaban de superación, de servicio, de grandes empresas… se sembraba la inquietud que servia de acicate para que aquellos muchachos afrontaran su futuro con ilusión y con afán de perfección.

Creo que la gran diferencia entre los jóvenes que solo se preparaban para ocupar puestos importantes en la dirección del país, y los que cantaban por las tierras de España, no estriba, ni en la calidad humana, ni en el nivel intelectual de unos y otros, sino, más bien, en el hecho de que, mientras los primeros eran impulsados generalmente por una legitima ambición personal de carácter material o crematística, los que se formaban en el F. de J. tenían unos móviles muchísimo más generosos: conseguir el hombre nuevo para la Patria nueva; ni más ni menos. Evidentemente el horizonte era ancho, la tarea difícil, el esfuerzo grande… los recursos pocos.

Por todo lo dicho, opino, no se pudo conseguir lo soñado, lo cantado, lo suspirado… por tantos miles y miles de jóvenes falangistas. Pero, me parece injusto (y hasta simple) el querer cargar el fracaso de unos ambiciosos objetivos políticos al hecho de que en aquel Frente de Juventudes se cantara con fruición.

Lo cierto es que habíamos puesto la diana muy alta. Sin embargo, como explica la clásica consigna campamental, aunque no logramos darle a la luna con nuestras pedradas, de tanto ejercitarnos en ello, salieron de nuestras filas diestros tiradores, expertos de la utopía, que fueron y son capaces de encauzar todas sus obras, con la mayor calidad, por el camino del servicio al prójimo, impregnadas, eso si, de la aromática poesía de nuestras viejas canciones.

Francisco Caballero Leonarte

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